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La educación es la prioridad
Boletín n°28, enero de 2006

El 8 de septiembre del año 2000, vale decir algunos meses antes que finalizara el siglo XX y también el segundo milenio, la Asamblea general de las Naciones Unidas adoptó la llamada Declaración del Milenio. A pesar del escepticismo que provoca este tipo de declaraciones – muchas de ellas no son más que letra muerta – la Declaración del Milenio tiene su importancia. La razón estriba en que esta Declaración consagra los valores que deberían sustentar las relaciones internacionales en el siglo XXI, a saber: la libertad, la igualdad, la solidaridad, la tolerancia, el respeto de la naturaleza, y la responsabilidad común. Basándose en esto, la Declaración asigna a la comunidad de estados miembros un cierto número de objetivos que se deberían alcanzar antes del 2015.

 

Los Jefes de estado y de Gobierno declaran que van a « Velar por que, para ese mismo año, los niños y niñas de todo el mundo puedan terminar un ciclo completo de enseñanza primaria y por que tanto las niñas como los niños tengan igual acceso a todos los niveles de la enseñanza. » El objetivo es tan ambicioso como indefinido.

 

Desde ya, el primer informe del Secretario general acerca de la aplicación de la Declaración del Milenio dice que este objetivo no podrá alcanzarse. Al tiempo que hace notar que « casi todas las regiones han hecho progresos en la puesta en práctica de la enseñanza primaria para todos », Kofi Annan afirma que « no será posible alcanzar los objetivos en materia de educación para todos en 2015. » Esta conclusión es valida especialmente para los países africanos situados al sur del Sahara. Este evidente fracaso nos invita a considerar nuevamente la Declaración, la cual en nuestra opinión adolece de una falta de perspectiva en cuanto a la aplicación de sus objetivos, es decir una definición de sus prioridades ya que la Declaración solamente los yuxtapone. Todos estos objetivos son nobles, pero deben ser jerarquizados en función de la relación que entre ellos mantienen. Desde este punto de vista nos parece evidente, – y no hemos dejado de repetirlo- que el acceso a la educación en el sentido de la Declaración universal de los derechos humanos condiciona el conjunto de los objetivos restantes.

 

Retomando los objetivos de la Declaración del Milenio es fácil ver que la educación es una base indispensable, tratándose de la lucha contra la pobreza y las epidemias como el SIDA, la protección de la naturaleza o la responsabilidad común, o por último el goce de la totalidad de los derechos humanos, si falta el acceso a la educación y al saber nada de esto será posible. Tal vez sería ya tiempo que los políticos de los organismos internacionales y de los Estados se impregnasen de esta evidencia para conceder a la educación la más alta prioridad política.

 

 

Ilustración : Photo tirée du site AIDH.org

http://www.aidh.org/mill/decl_millen.htm

 

 



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