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Pequeña historia de una gran idea


JacquesEl fundador de la EIP, Jacques Mulhetalher, nació en 1918, de padres suizos y franceses. Bajo la ocupación alemana, durante la Segunda Guerra Mundial, es soldado de una unidad de cazadores alpinos franceses. Aunque es condecorado con la Cruz de Guerra, él rechaza la legitimidad de la condecoración ante el gobierno de Vichy. Como consecuencia de la guerra perderá a su hermano, muerto en el frente. En el año 1958, en plena guerra de Argelia, también perderá a su otro hermano, que era cirujano.

 

Se estableció en Suiza en 1941. Cinco años más tarde, en 1946, funda una distribuidora de editores franceses de manuales escolares; a través de esta actividad toma conciencia de hasta qué punto los libros de historia exaltan los hechos de la guerra. Profundamente sorprendido decide emprender una gira mundial para intentar convencer a las autoridades políticas que la escuela debe estar al servicio de la paz, de ahí su leitmotiv: “menos fusiles, más lápices”. Su temperamento de hombre de acción, su independencia de espíritu y sus convicciones de demócrata lo hicieron entrar en la lucha sin dejarse influenciar por consideraciones tácticas y políticas. Más tarde, en Dublín, el 17 de septiembre de 1961, anotaba en su diario: “He pasado más de dos años y medio recorriendo el mundo, casi esencialmente dedicado a desarrollar una idea capaz de hacer posible la coexistencia pacífica entre los pueblos, de abrir la puerta a la cooperación, de poner al hombre frente a sus nuevas dimensiones…nuestro planeta. ¿Debo continuar?” La respuesta la da al redactar los “Principios Universales de la Educación Cívica” Poco después, al fundar la EIP un combate de ideas toma forma y se organiza. El principio fundador de esta ONG es el encuentro con el OTRO, y este principio toma su valor, su fuerza... y su incongruencia cuando conocemos el contexto global de la época en el cual él vivió. La doctrina de la disuasión hacía la fortuna de los vendedores de armas, el equilibrio que reinaba era el del "terror". Las máquinas de guerra se acumulaban a lo largo de las fronteras de un mundo bipolar que se proclamaba dividido entre el imperio del bien y del mal.

 

En 1975, Jacques Mühlethaler emprende una huelga de hambre para sensibilizar a la opinión pública de las sumas de dinero destinadas al armamento y denuncia la existencia de presupuestos consecuentes para la educación en la tolerancia y la paz. La lectura de su correspondencia, conservada en los archivos de la EIP en Ginebra, nos hace pensar en el reencuentro de los "grandes de este mundo", de la época, tanto del Este como del Oeste. Y por todos lados el mismo lenguaje, la misma tenacidad: incitar a las autoridades políticas a instalar en la enseñanza la educación de los derechos humanos y la paz. Entonces, convocó a personas de diversos horizontes que constituyeron el núcleo de lo que es en nuestros días la más antigua de las ONG internacionales, dedicadas a la educación y a la formación continua en el ámbito de los derechos de la persona y la paz. Hasta su muerte, en 1994, no cesó de contribuir a la expansión de la EIP. Alienta a los y las militantes solitarias a reagruparse para crear delegaciones nacionales. Actualmente, la EIP cuenta con más de cinco mil miembros y su red internacional está constituida por treinta y seis secciones nacionales, la EIP-Québec ha sido fundada en Montreal en 1996.

 

La EIP tiene principalmente por objetivos, en primer lugar, de participar activamente en el reconocimiento pleno y efectivo, tanto en la educación formal como no formal, del derecho a la educación para todos y todas. En segundo lugar, la EIP se ha ocupado siempre de proponer enfoques pedagógicos favoreciendo la resolución pacífica de conflictos. Estos dos objetivos suponen un buen conocimiento de la situación de los sistemas educativos así como de ideas y prácticas pedagógicas. Pero, obligan igualmente a comprender las posturas políticas, económicas, sociales y culturales que constituyen el telón de fondo de las ideologías en educación, de los valores dominantes cuyos efectos se hacen sentir en el seno mismo de las políticas educativas.

 

Militar por el derecho a la educación y a la paz es, de alguna manera, comprometerse como ciudadano y ciudadana conciente de la responsabilidad política. Esto explica en buena medida porqué la EIP continúa ejerciendo presión, en torno a los Estados y a las organizaciones internacionales gubernamentales, para que sean tomados en cuenta la educación en los derechos humanos y la paz en el seno de las políticas educativas.

 

Para más información, consultar el Boletín Escuela de Paz de 1994.

 



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